En los albores de la vida en sociedad, el jefe del clan cavernícola repartió las tareas entre su horda.
A todos les dio garrotes excepto a uno que, salvo por unas rudimentarias gafas de concha de mejillón, no se diferenciaba de el resto de barbudos desgarbados.
A éste le hizo entrega de un rabo de jabalí y un cuenco de excrementos de oso para ilustrar como cazaban mamut, como despellejaban al mamut y como comían todos mamut mientras él pintaba.
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