Mientras preparaban manojos de papel para alimentar al mamut, Cándido reparó en el retrato robot que figuraba en la hoja.
—A esta mujer la conozco, ayer le compré una libra de aceite.
—Pero, ¿no te lo habrás tomado? —preguntó Felipe, alarmado.
—¿Estás tonto o qué? —respondió Cándido, airado— ¿Tomarme yo eso? Lo quiero para mi arradio, que funciona con aceite.
—Querrás decir tu radio —interrumpió Felipe.
—Que no, ¡cojones! —exclamó Cándido—. Mi arradio, que viene de "aceite-radio". No me vengas tu ahora con que los de pueblo no sabemos hablar. Habráse visto el listillo éste...
—¿Por qué no ponemos un poco de música en tu radio? —propuso Felipe
—Es arradio —dijo Cándido.
—Bueno, en el chisme ese —zanjó Felipe.
Cándido sacó su "arradio" y sintonizó una emisora de música popular. Ambos preparaban los manojos de papel que el mamut engullía sin pausa, hipnotizados por la canción de un cantautor local de renombre.
El día que ya no esté
me hubiera gustado estar
para enseñarte el lugar
dónde guardé un bisoñé
Debajo de tanto pelo
no te será complicado encontrar
una carta que no osé mandar
por ser calvo y feo
Si te atreves a leerla
sabrás que no pude cantar
que te quise de verdad
aunque no lo pareciera
Peor que ser alopécico
es ser iletrado sentimental
con la boina hasta la ceja
un paleto analfabeto
Felipe y Cándido lloraban conmovidos por una letra que sabían de memoria. De repente, el "arradio" dejó de funcionar.
—¡No! —gritó Felipe— Ahora venía el estribillo.
Candidó arrugó con más fuerza de la habitual el papel que tenía en sus manos, se lo metió bruscamente en la boca al mamut, sin dejar que lo llevara él mismo con su trompa, y dijo:
—Este aceite es una mierda.
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