Dos personas que repostaban un mamut congelado juraban y maldecían por haberse quedado sin combustible para el transistor, justo en el momento en el que iba sonar el estribillo de su canción favorita. Probaron, sin éxito, con lo que tenían a mano, aceite de palma y de castor.
En aquel mismo instante, un boletín informativo urgente interrumpió el programa radiofónico: las autoridades sanitarias prohibían el consumo, la venta y distribución de aceite de colza, a la vez que hacían un llamamiento a la cooperación ciudadana para la restitución de los carteles. No sabían a quién buscaban.
El locutor retomó la emisión, el afamado cantautor local se encontraba en los estudios. De haberlo sabido, aquellas dos personas habrían dejado pacer tranquilo al mamut y hubieran corrido hasta la gasolinera con el "arradio" a cuestas para comprar un galón de manteca licuada y escuchar la entrevista al pie del surtidor.
—¿Cómo compuso este tema que está pegando tan fuerte en toda la comarca? —preguntó el locutor.
—En realidad no fui yo —respondió el autor—. Tengo un hermano gemelo letrista encerrado en el sótano, el otro es músico y no sale del desván, yo era el guapo, por eso mis padres me dejaron salir de casa y cumplir mi sueño, ser artista.
—Veo que son un familia numerosa, ¿nunca se ha planteado salir de gira con sus hermanos gemelos? —propuso el locutor.
—Son demasiado feos y tampoco soportarían el mundo exterior, nunca han salido de casa. Cuando mis padres murieron víctimas de la colza, juré hacerme cargo ellos y no exponerlos al escarnio público que impera en la farándula —dijo, entre sollozos, el cantautor.
—Entonces, si nunca han puesto un pie en la calle, ¿de dónde sacan la inspiración para esas preciosas canciones? Nuestros oyentes estarán deseosos de saberlo.
—Como ya he comentado anteriormente, soy guapo y tengo la suerte de festejar con muchas mozas. Les cuento mis aventuras amorosas a mis hermanos y eso les causa una enorme tristeza. Aunque son feos con avaricia, son tan generosos que me ceden su talento... pero que ésto no salga de aquí —dijo el cantautor retirándose del micrófono.
—No se preocupe, no nos escucha nadie —susurró el locutor—. No hay un sólo arradio que funcione en toda la ciudad.
—¿Un qué?
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