Cuando me dijo con sorna "Y ahora qué... ¿vas a escribir sobre mí?" me dio la idea de hacerlo. Como él es escritor y yo no paso de juntaletras no pretendo impresionarle, me conformo con colmarle de vergüenza ajena.
Recientemente celebramos su "cuarentayochoavo" cumpleaños tres veces en un intervalo de veinticuatro horas, sus regalos fueron una botella de champán español y una peluca de los chinos que, chistosamente, imitaba su tocado.
Carlos no tiene hijos pero para los brutos como yo que se han cruzado en su camino es un poco padre. La herencia que me deja, por ahora, no es poca: dos libros, una biografía, un coche americano (espero) que guarda en una nave y un título, el de Primer Aragonés. No sé todavía si es un privilegio o una mera clasificación antropológica de mi rusticidad. En todo caso, para alguien de mi calaña, de baja cuna y cuello ancho, ya es algo.
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