En el mismo instante en el que el forense y su familia sucumbían a una intoxicación alimentaria causada por una seta venenosa, se hacía oficial la desaparición del sujeto F.
Su foto se publicó en las cajas de leche, en un hueco del periódico local justo debajo de las esquelas las víctimas del hongo asesino y en pasquines que la gente tomó por una despedida de soltero más. Se mandaron cadenas de mensajes que amenazaban con años de calamidades a quién no aportara pistas sobre su paradero e invitaban, al mismo tiempo, a comprar medicamentos milagrosos, lavar dinero de funcionarios nigerianos en apuros y casarse con jóvenes venidas de países fríos.
Hasta los astros de la canción popular olvidaron sus diferencias y grabaron una canción polifónica de gran éxito en la que animaban a participar en la búsqueda. Las principales cadenas de televisión emitían a diario el videoclip justo antes del bloque informativo consagrado a la actualidad futbolística.
Tanta difusión tuvo como resultado el colapso de las líneas telefónicas habilitadas para recabar información sobre el desaparecido.
Unos decían que lo habían visto jugando a la petanca luciendo bigote y camiseta a rayas, otros que lo vieron salir corriendo por la ventana de la casa de la mujer de un cabo paracaidista del 1er RHP de Tarbes cuando el marido regresó por sorpresa de Afganistán, algunos juraron que era él quien rompía platos en un Bar Mitzvah celebrado en una sala de fiestas rusa de Cambrils, más de uno aseguró que se lo cruzó en Barcelona en una procesión de jóvenes polacos capitaneada por monjas y cantando himnos religiosos, hay quién afirma que compartió con él unas horas de viaje y charlaron de lo humano y lo divino.
En una cosa todos coincidían, lo vieron el mismo día, a la misma hora y en lugares diferentes.
Mientras tanto, el sujeto F no se atrevía a salir del pozo en el que había caído pensando que la que había liado era muy gorda.
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